Para poder hacer una descripción de nuestro personaje de esta ocasión, habría que hacer no solo un libro completo, si no varios, tal vez hasta una novela de esas que abarcan muchos capítulos y todos ellos, ligados con la lucha, la tenacidad, el triunfo y la férrea convicción de que en este mundo, todo lo que uno se propone lo puede lograr y este es el caso del cronista taurino y locutor Don Enrique Hernández Flores.
Hombre que lleva caminados más de 78 años en esta vida y todos bien aprovechados hasta el más mínimo momento de su existencia, gracias a esa afición para lograr todo lo que se ha propuesto.
Hombre de palabra y de amistad a toda ley, vencedor de obstáculos y triunfador en sus metas trazadas, hombre al que ningún camino se le ha hecho lo suficientemente grande para caminarlo y obtener a paso firme, lo que en su mente se ha dibujado previamente.
Enrique Hernández Flores mejor conocido por su programa radiofónico de Fiesta Brava del grupo radiofónico ACIR, ha viajado por el mundo de los toros varias temporadas a España, desde donde envía para su programa todos los domingos, las notas más frescas de allende el mar, recorriendo todo el territorio hispano de sur a norte y de este a oeste, de ganadería en ganadería y de plaza en plaza, reconocido allá y acá, como un taurino de gran cepa y seriedad, respetado y en ocasiones envidiado por su forma de saberse meter en cualquier ámbito de la fiesta brava.
Sin embargo, nada se le ha regalado, todo se lo ha ganado con sus conocimientos y estudios profundos de la fiesta brava, fiesta de la cual abrevo desde su infancia, buscando toros en el aire con capotes y muletas de papel, para hacerle de torero a sus escasos 7 años al salirse de la casa materna.
Ahí empezó su andar hace ya algunos días atrás, hasta que a sus manos le llego un capote de verdad y muletas de segunda o tercera mano, para irse a las capeas a probar suerte como torero, que lo fue y lo sigue siendo de espíritu y pasión. Eso no se quita nunca.
Efectivamente, fue novillero y recorrió la legua, lo mismo por el sur que el norte de la república y sumo además de ilusiones un centenar de festejos, entre ellos, tal vez unos 20 o 25 vistiendo el terno de luces y el resto de maletilla ante toros de toda clase.
Sin embargo, supo medir sus fuerzas y valor para determinar que había que buscar otros derroteros en la vida, pero siempre ligados a la fiesta brava, la fiesta de su pasión y entrega que además inculco a sus dos hijos Enrique y Héctor que también dieron sus pasos en ruedos de por ahí.
Don Enrique entre sus muchos oficios y trabajos se llego a fajar en algunos encordados, pero encontró en la radio su medio para expresar su sentir artístico y taurino, codeandose con lo mejor del arte en el canto y la actuación, gracias a su don de gentes y a su privilegiado lenguaje ante los micrófonos, de paso se inventaba festivales taurinos para verle la cara al toro y ya siendo locutor, llego a torear en la misma plaza de toros México y en otros ruedos, incluso llego a alternar con Don Lorenzo Garza y otros toreros de gran tronío, para que nadie se lo contaran, él lo vivió en carne propia, como también supo de las caricias de los toros, que le dejaron en el cuerpo las huellas de sus pitones.
De su lucha por la vida dentro y fuera de los ruedos, repetimos, habría que escribirse varios tomos de libros, donde se pudiera desglosarse que tanto ha vivido y caminado en sus 78 años nuestro personaje de esta ocasión, bástenos decir para los lectores de este espacio que se trata de un triunfador y amigo a carta cabal, como pocos.
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